El semáforo estaba en rojo, miraba al otro lado de la acera dubitativo, pensando si atreverme a cruzar, no se veía ningún coche, pero mis piernas ya no eran las de antaño, mi mano temblorosa no me inspiraba seguridad, tenía miedo a no ser lo suficientemente rápido en llegar al otro lado, en caer, en la crueldad de esa gente de la que yo antes formaba parte, en su indiferencia. Cerré mis ojos mientras inhalaba profundamente, y con los sentidos del alma volví a oler su cuerpo y a sentir su suave piel sobre la mia, fundidos en un deseo atemporal, jovenes, alegres, alimentandonos de sonrisas. Alguién que se abría paso para cruzar golpeó mi hombro como quien sacude el polvo, devolviendome a la realidad, apartandome de ella. El semáforo ya estaba verde....
Procuo Dixit.